En deporte los lÃmites los ponen los demás, y no uno mismo, eso es una de las lecciones más importantes que podemos extraer del caso de Berta Tarrida, esta catalana de de poco más de 19 años, es una de las jugadoras integrantes de la selección española de hockey patines, además de una gran jugadora del CP Vilanova, el equipo local de Sant Sadurnà d’Anoia. Quizá, estos datos no nos sorprendan demasiado, pero Berta ha conseguido esta meteórica carrera dentro del mundo del hockey patines sin poder valorar lo que es el sonido de sus patines, ni tampoco los aplausos de la grada ni los comentarios de sus compañeras. La razón es simple, Berta es sordomuda.
Su padre, Ton Tarrida, es un viejo conocido de todos aquellos aficionados a este deporte, militó en diversos equipos de la élite del hockey patines, asà que cuando Berta creció, en su casa se respiraba hockey patines por todos los poros. Fueron algunos los que le pusieron barreras y lÃmites por su discapacidad, pero con su talento y su magia pronto los desbarató de forma simple.
Con 15 años debutó en la selección, pero su consagración llegó en el mundial de Alcobendas del 2010, donde se alzó con medalla. En el terreno de juego se deja guiar por sus sentidos y la intuición, lee los labios de las personas y juega con una naturalidad más allá de la duda razonable. AsÃ, son los entrenadores los que nunca encuentran problemas de comunicación con ella. Aunque una cosa si que es diferente, lleva un brazalete que vibra cuando el entrenador quiere darle alguna instrucción, y asà de simple y de rica es la experiencia de jugadora-entrenador.
Algunas caracterÃsticas como jugadora la avalan como una gran promesa hecha realidad del hockey patines, por ejemplo su visión de los partidos, saber leer la jugada, además de no sentirse presionada por el jaleo de la pista ni por los aficionados, eso hace que sus niveles de concentración sea muy superiores a los de la media.
El ejemplo de Berta Tarrida simplemente sirve para demostrarnos que todo es posible en el deporte y en la vida, y que los únicos lÃmites son aquellos que nos marcamos unos mismos.