El deporte hace aumentar el tamaño del corazón, en unas proporciones que los médicos no dudan a la hora de hablar de «corazón de atleta».
Hace algo más de un siglo que un investigador escandinavo publicaba el primer artÃculo cientÃfico consagrado al corazón de atleta. Este cientÃfico identificó una serie de particularidades cardÃacas en los esquiadores de fondo, y concretamente un desarrollo anormal de las cavidades y en el ritmo cardÃaco que era más lento.
Todas estas observaciones fueron confirmadas más tarde con otro tipo de técnicas médicas más modernas. Un corazón de atleta puede doblar su capacidad habitual. Para una persona deportista de unos 70 kilos de peso, este órgano puede llegar a pesar un kilo y medio, frente a los 750 g de una persona sedentaria. Un corazón grande da testimonio de una buena adaptación al esfuerzo fÃsico.
Esta es una de las razones por las cuales los médicos nos animan a todos a practicar algún tipo de deporte, especialmente en las disciplinas de «resistencia», como la bicicleta, la carrera, la natación. En definitiva, se trata de muscular el corazón.
Para aquellos que practican deporte de forma intensiva, este desarrollo puede alcanzar un tamaño bastante grande. El corazón del deportista se parece entonces mucho al que presentan algunos pacientes con ciertas patologÃas. Para los médicos es difÃcil no equivocarse a la hora de hacer un diagnóstico.
Sin embargo, un fallo de diagnóstico puede ser terrible: se puede impedir al «paciente» que continúe con su pasión deportiva; o que se compita con personas que sufren otro tipo de patologÃas cardÃacas. Con esto se debe tener mucho cuidado, pues se puede llegar a frustrar a alguien que por creerlo enfermo, tan sólo presenta una buena adaptación al ejercicio de resistencia.
Pero, la contraria también puede darse, que frente una verdadera patologÃa, se anime al deportista a que continúe con sus entrenamientos, pensando que tiene un corazón fuerte, preparado para resistir todo tipo de esfuerzos. Y esto le puede conducir a la muerte súbita.
La frontera de la peligrosidad es bastante difusa. Sin embargo, existen diferentes métodos de análisis: electrocardiograma, ecografÃa, test del esfuerzo, Doppler, o biopsia. A pesar de todo esto, a veces la duda se instala, y es difÃcil resolverla sin temor a equivocarse.