Para que cualquier proceso para bajar de peso funcione, además de la dieta en sí misma, es necesario realizar cambios en nuestra vida cotidiana, en especial en los hábitos alimenticios.
Sin embargo, es verdad que no siempre es posible saber cuáles son las cantidades adecuadas que se deben ingerir y el éxito en la pérdida de peso depende mucho de ese elemento que no es otra cosa que la utilización del buen senso.
Es también cierto que el “buen senso” es un concepto muy amplio y al mismo tiempo básico en todos los órdenes de la vida, ya sea en la alimentación, vestuario, estudios, trabajo o distracciones y hasta en las relaciones sociales, ya que todo aquello que se realiza de forma exagerada cansa y satura.
El buen senso depende de cada persona, en lo que a dietas para adelgazar se refiere, pueden comerse todos aquellos alimentos como verduras, legumbres y frutas (que por lo general son los que menos gustan) y permitirse comer también aquellos alimentos que se nombran como “prohibidos” y allí es donde el buen senso entra en acción referente a la cuestión de las cantidades.
Y entonces, ¿por qué la mayor parte de las veces no se utiliza el buen senso para comer moderadamente aquellos alimentos que nos hacen engordar?
La respuesta, son los hábitos adquiridos a través de los años los que nos impiden actuar de manera prudente. Así, encontramos las personas que comen por compulsión (comportamientos compulsivos o adictivos), hábitos que hemos aprendido y seguido debido a alguna gratificación a nivel emocional, por lo general una manera de aliviar la ansiedad y la angustia.
Otro de los impedimentos para actuar con buen senso es conseguir conciliar éste con la sensación de saciedad, muchas personas comen no porque tienen hambre, sino porque existe alguna situación que los ha puesto nerviosos o ansiosos, por ejemplo perder el empleo, problemas de pareja, problemas familiares, etc.
Ahora bien, lo correcto sería comer porque tenemos hambre y poder así mantener nuestro cuerpo saludable. y no hacerlo como compensación por nuestras angustias.
La falta de compromiso también es otro factor que dificulta la cuestión del buen senso, ya que la mayoría de las personas hacen una dieta, bajan de peso pero no pasan por la etapa de la reeducación alimenticia.
También, existen quienes comienzan la dieta y a los pocos días desisten antes de haber bajado algún kilo y lo hacen porque la comida para ellos es un gran placer y no pueden comprometerse a cambiar sus hábitos.
El buen senso en la alimentación se encuentra directamente ligado a la cantidad que se come, pero el ideal de comida depende a su vez de varias circunstancias, como por ejemplo el metabolismo que es diferente entre una persona y otra, difiere también por el sexo, edad y tipo de actividad desarrollada. Cada persona tiene una cantidad adecuada de alimentos que puede ingerir por día y quien puede orientar sobre esa cantidad adecuada es siempre un médico.
Será el especialista quien indicará cuánto se puede comer y que alimentos pueden ingerirse, teniendo en cuenta por ejemplo las calorías.
Como nadie nace sabiendo, es importarte aprender para poder hacer la elecciones correcta. El buen senso no es algo que se aprende de un día para el otro es un entrenamiento una manera de pensar, sin olvidarnos que todo nace de nuestro pensamiento.
Por último, debemos tener presente que existen dos factores que en principio parecen opuestos pero que no lo son “el buen senso combina plenamente con la flebilidad y la disciplina”, quien no es flexible no logra tener buen senso, ya que si hoy comió de más ya piensa que todo acabó para qué seguir la dieta y entonces la abandona.
Por el contrario, quien posee flexibilidad acaba por tener una excelente disciplina, y piensa “si hoy he comido más de lo debido mañana comenzaré toda la dieta nuevamente hasta conseguir tener éxito y bajar de peso.