Cuando hablamos de deportes extremos, estamos ante la posibilidad de tener un riesgo evidente para nuestro estado fÃsico. Por ello, mucha gente se plantea hasta que punto debemos tener una motivación para llegar a practicar este tipo de deportes. En una sociedad cada vez más veloz, donde se necesita emociones lÃmites casi de forma diaria, los deportes extremos han tenido un papel relevante. Pero esto no serÃa asÃ, si no fuera por el auge sin paliativos de la introducción del deporte en nuestra vida cotidiana, como una forma de salir de la rutina y de plantear diversión y ocio.
Es evidente, que todos los deportes en sus inicios tienen ciertos peligros en su práctica, sin ir más lejos el propio montañismo, que aunque ha mejora a partir de la tecnologÃa y de la propia práctica, aún reviste de riesgos en su práctica. Pero en las últimas dos décadas, los deportes extremos han sido aquellos que han ido modificando los deportes tradicionales para darles mucha más emoción y llevarlos al lÃmite: de ahà su nombre claro. En ningún momento estoy afirmando que los deportes extremos sean inseguros, simplemente que dotan a su practicante de una dosis más fuerte de riesgo y adrenalina que los deportes tradicionales e institucionalizados, por llamarlos de alguna manera.
Es cierto, que también se ha desarrollado cierta negligencia en su práctica. Sin ir más lejos, la inclusión de motores y todo tipo de ingenios, ha propiciado que en ambientes de nieve y caÃdas, se hayan popularizado verdaderos espectáculos al aire libre, que atraen a muchas personas, y que juntado con música y alcohol suponen un reto en términos de seguridad, y que más que una jornada deportiva se vuelven en otra cosa completamente distinta.
Estos son sin duda, los problemas derivados de muchas modalidades de deportes extremos. Aún asÃ, no pensemos que esto es la radiografÃa general, ya que la mayorÃa de sus practicantes son gente sana, que lo único que quieren es una diversión a través del deporte.