Tras la destilación de una planta se obtiene, por una parte el aceite esencial, y por la otra, el vapor del agua que, enfriándose se convierte en agua. Este agua está cargada de una pequeña cantidad de aceites esenciales: eso son los hidrolatos.
Dado que estos últimos tienen menor concentración en moléculas activas, se les considera como menos activos que el aceite esencial. Sin embargo es un error. Como los hidrolatos proceden de la destilación, no existen hidrolatos de cÃtricos: se exprime su aceite por presión, y por lo tanto sin agua.
El perfume de hidrolatos se acerca mucho al de los aceites esenciales, pero con menor concentración, y a veces sorprende el resultado, por su particular diferencia.
Las propiedades de los hidrolatos se asemejan mucho a las de los aceites esenciales: los hidrolatos, menos concentrados, son fáciles de utilizar en la automedicación, y son ideales para los niños o las personas que presentan alguna debilidad; los hidrolatos se pueden usar como cura alternativa, pero sin riesgos.
Los hidrolatos están recomendados cuando se busca la delicadeza. Es el caso, por ejemplo, para los cuidados de la piel, o para limpiar los ojos a base de baños. Se trata de productos bien diseñados para todos aquellos que desean beneficiarse de unos cosméticos 100 % naturales.
Los hidrolatos son perfectos en su versión de sprays, recomendados por su tonicidad cutánea del rostro y del cuerpo, o en lociones limpiadoras con ingredientes de base para cosméticos caseros, en spa, para los pies, diluidos en el agua de la bañera, o como perfumadores domésticos.
En terapias, los hidrolatos son perfectos para tratar cualquier patologÃa que requiera un drenaje. También sirven para desintoxicar el hÃgado, y por sus funciones inmunitarias.
Las cantidades prescritas para su uso no tienen nada que ver con las de los aceites esenciales. Efectivamente, los hidrolatos están constituidos en un 98% por agua, por lo tanto pueden ser utilizados durante largos perÃodos sin sufrir ningún tipo de riesgos.
Los hidrolatos son delicados: para una correcta conservación, se recomienda mantener el frasco en un lugar fresco, y utilizar su contenido en los seis primeros meses después de su apertura. En caso contrario, pierden su aroma, y ya no cumplen con su función cosmética y terapéutica.