Históricamente, la primera función de la ropa interior fue la de proteger la piel contra toda forma de irritación, molestia, causada por el rozamiento de los materiales, las costuras y la ropa de vestir. Después, la ropa interior conoció otro tipo de funciones: como marcar el pudor, en el caso de que una prenda de vestir fuera demasiado transparente, o la inversa, como instrumento de seducción.
La gama es amplia, shortys, de look tendencia y deportiva, dotados con una capacidad para limitar los olores y favorecer la sensación de frescor sobre la piel, con un diseño sencillo y depurado, con función antibacteriana, permitiendo asà el equilibrio bio de la piel. Esto dio pie al uso de materiales de todo tipo, bio, algodón, lycra…
Pero en los años 1980, la noción erótica de la ropa interior se fue instalando poco a poco. De la primera función de confort, asistimos a la evolución o a una revolución de la ropa interior de hombre, con la aparición de la lencerÃa fina masculina, con nuevos modelos a base de encajes, tul, lycra…
Unos modelos sensuales marcan esta nueva tendencia. Conjuntos de lencerÃa combinan elegancia, suavidad, con materiales más sexys. La combinación de la transparencia y de la lycra realza los atributos masculinos. Además, la evolución de la ropa interior está muy relacionada con la higiene Ãntima personal.
Muchos creadores de ropa interior han comprendido enseguida la relación de este tipo de lencerÃa con la estética, el cuerpo, y la belleza. La emergencia de este fenómeno se inscribe en la evolución del comportamiento a la hora de comprar: el hombre es catalogado como sensible, narcisista, ubersexual, metrosexual.
El hombre, de 20 a 40 años, urbano, interesado por la moda, heterosexual pero que asume su parte de feminidad, dispone de un fuerte poder adquisitivo con el fin de cuidar su apariencia. Se trata de un adepto a los deportes de todo tipo, y que es capaz de mostrar su lado más dandi.