Hoy tratamos un tema verdaderamente candente: el árbitro. Nadie pone en duda la necesidad de la figura del árbitro, ya que alguien neutral que ejerza, fuera de los nervios y las presiones a las que se ven sometidos los jugadores, de guÃa y de repartidor de justicia durante un encuentro deportivo es esencial.
Lo que si entra en discusión es justamente la figura del árbitro en sÃ, empezando por su papel educativo y pedagógico. El deporte ha evolucionado, pero los árbitros, en algunos deportes no. Siguen siendo figuras autoritarias e indominables, de aquellos que llevan la contraria para autoreforzar su autoestima profesional y autoridad sobre el campo.
Por suerte, también encontramos verdaderos maestros del arbitraje, que asumiendo que tienen errores como cualquier humano que se tercie, actúan con otro estilo, con igual grado de autoridad, pero ejercida no como castigo o relación negativa, sino más bien con pedagogÃa y con la intención de ser una pieza que pase desapercibida. Se trata simplemente de guiar el juego y hacer que se desarrolle sin más, de impugnar a aquellos que se salten el reglamento o se vayan de él, sean violentos o simplemente no entiendan un concepto de deporte en el que todos, más o menos, estamos de acuerdo.
En algunos deportes se ha introducido, con gran éxito, ayudas a los árbitros, como por ejemplo en el rugby, donde algunas jugadas son analizadas en televisión en directo antes de darlas por validas, disminuyendo los problemas relacionados con esa jugadas complicadas. También en futbol sala o básquet hay más de un árbitro, lo que permite un control mayor del juego, lo que da una riqueza general.
Se trata de que el árbitro quede totalmente diluido por un gran espectáculo y por el disfrute de los espectadores y jugadores. En el momento en que toman el protagonismo es que algo no acaba de funcionar correctamente.
Esto también es trabajo de los espectadores y jugadores, que a veces transgreden y presionan desproporcionadamente al árbitro, haciéndolo responsable de sus propios fracasos.