Cuando alguien se inicia en la práctica de Artes Marciales, parecería que la principal y fundamental condición para llegar a ser un “efectivo guerrero” es patear bien alto, si es posible por encima de la cabeza de nuestro oponente, suponiendo que ambos tengan la misma altura.
Esto se debe principalmente más a la gran publicidad que se ha hecho sobre esto, que a verdaderos motivos relativos a las técnicas. Esto se traduce entonces en que una patada muy alta se acercaría más a la perfección que otra igual con menor altura.
Es por esta creencia que los alumnos comienzan a realizar entrenamientos de elongación, principalmente abertura de piernas durante períodos interminables y en ocasiones pasan horas haciéndolo hasta llegar a convertirse en una obsesión. Siempre reflejándose en competidores o artistas de mayor graduación o actores de filmes marciales como Bruce Lee.
Lo peor de todo esto es que su convicción sobre el hecho que esa condición de superdotados en elongación y flexibilidad es absolutamente indispensable para llegar a ser buenos artistas marciales.
Muchos alumnos llegan inclusive a lesionarse con desgarros musculares y distensiones articulares, que en ocasionen terminan con una intervención quirúrgica para solucionar el daño producido.
Esto se acentúa en algunas disciplinas como Tae-Kwon-Do, que se caracteriza por la espectacularidad de sus patadas, en supremacía a las técnicas de manos, no siendo tan riguroso en otras como Karate, que tiene sus fundamentos técnicos en posiciones mucho más frontales y con mayor uso de las manos.
En todo este pre-concepto la influencia de los maestros, es fundamental, ya que son ellos quienes deben concienciar a sus alumnos y discípulos, que esto es absolutamente errado.
Además, en un combate competitivo como en una pelea real, la gran abertura de la piernas en una patada alta, puede ser más riesgosa que efectiva, ya que cuanto más se levanta una pierna y se aleja de la otra, mucho mayor es el desequilibrio de la base y también la exposición de la zona inguinal, con la peligrosidad que ello acarrea.
Una patada alta es casi “un plato lleno” para un contra-golpista que espera cerrado la oportunidad para entrar.
Justamente, lo más efectivo y que es posible ver en competencias de “contacto pleno” es que cuanto más cerrada sea la guardia y menor sea la exposición, los riesgos se minimizan enormemente.
Lo habitual es que se usen 4 o 5 patadas, dependiendo de la obligatoriedad del reglamento, para abrir un camino y acortar distancia para terminar definiendo con las manos.
La verdad es que siempre beneficia tener algo más de flexibilidad, para que durante el combate no se trabaje con las piernas al límite y sí se lo haga con la comodidad de mediano esfuerzo entre el plano medio y superior del rival.
Es indispensable que el “sensei” enseñe a sus alumnos que el entrenamiento constante, hará crecer al practicante en su largo camino marcial, pero las practicas exageradas, solo le provocarán lesiones físicas y emocionales.