Según un estudio americano, el 70% de los hombres que sufren una depresión no lo saben. ¿Cuál es la raíz de este problema tan común?
Los síntomas de la depresión son bien conocidos. Entre los nueve más importantes, al menos cinco son diagnosticados como habiendo comenzado en un período de más de quince días:
- 1. Un humor depresivo continuo;
- 2. Pérdida de interés o del gusto por cualquier actividad;
- 3. Pérdida del apetito, y reducción de un 5% del peso corporal en el último mes;
- 4. Desajustes en el sueño;
- 5. Agitación nerviosa;
- 6. Cansancio excesivo;
- 7. Sensación de culpabilidad inapropiada;
- 8. Dificultad en la concentración;
- 9. Ideas escabrosas y pensamientos pesimistas relacionados con la muerte o el suicidio.
Algunos especialistas consideran que estos síntomas son demasiado “femeninos”. Por lo tanto no se suelen detectar en un hombre que, normalmente, reacciona de manera diferente: cambios bruscos de humor, agresividad, rechazo a los encuentros íntimos, refugio en el alcohol, las drogas, el deporte…
Encerrarse en sí mismo
Pero, el problema no está únicamente ligado a una falta de diagnóstico, ya que el hombre no quiere reconocer que está pasando por un estado de depresión. Por el contrario, prefiere encerrarse en sí mismo, escondiendo su salud psicológica a sus amigos y familiares. Este repliegue personal impide el reconocimiento del mal, y por lo tanto que se pueda curar.
Esta ignorancia de la depresión masculina y la ausencia de un tratamiento específico tendría numerosas consecuencias: alcoholismo, violencia… Evidentemente, al hombre se le podría atribuir la responsabilidad de los problemas propios de la pareja.
Algunos hombres se refugian en el trabajo, en el deporte o en otras actividades que practicarían de manera intensiva, para olvidar los problemas.
Estos fenómenos están considerados como conductas para evitar la depresión. Algunos médicos los llaman “equivalentes depresivos”.
Los fármacos
Si la depresión masculina es un hecho innegable, muchos hombres piensan que se trata de un invento de los laboratorios farmacéuticos para engordar las cifras, y ampliar el mercado de medicamentos específicos para su tratamiento.
En cualquier caso, la depresión existe y hay que saber reconocerla para poder tratarla. El camino necesario que hay que recorrer para llegar a detenerla de raíz es comenzar por reconocer que se está enfermo y aceptarlo como algo natural.
La depresión estacional
La depresión suele estar en relación con los días que se acortan durante el invierno. Con menos tiempo de exposición a la luz solar, nuestro cerebro funcionaría al modo “nocturno”, lo que produciría una perturbación de orden químico.
La producción de melatonina, una hormona implicada en el ciclo del sueño, aumentaría, ejerciendo entonces un efecto de cansancio y depresión al mismo tiempo.
Por el contrario la serotonina, disminuiría, lo que podría explicar el aumento de la necesidad de comer azúcar.
Esta depresión “estacional” no se contempla dentro de los desórdenes psicológicos, sino más bien biológicos. Las personas que trabajan por la noche, o las personas que viven en lugares poco luminosos, también la pueden sufrir, incluso en verano.
La luminoterapia
Sólo el médico puede decirnos si estamos sufriendo una depresión estacional, cuyos síntomas suelen desaparecer con la llegada de la primavera. La técnica curativa de la luminoterapia se presenta como un buen método para combatir este tipo de depresión.
El método consiste en desplazarse durante 30 minutos cada día, frente a una lámpara que difunde una luz muy intensa. En la práctica, este método influye en nuestro reloj biológico, que es quien regula cierto número de funciones fisiológicas como la reproducción, el ciclo del sueño, y los estado de humor.