Hoy vamos hablar un poco sobre la impertinencia de los jóvenes deportistas y como hacer frente a estas situaciones si ejercemos el papel de entrenador.
Obligado es citar a Meirieu “hay que admitir que lo normal, en educación es que la cosa no funcione, que el otro se resista, se esconda o se rebele”. Una de las cosas que más me sorprende de algunos entrenadores es ver cómo se desesperan y se molestan cuando un jugador se resiste o se rebela en el terreno de juego.
Aunque el comportamiento no es el más adecuado, el jugador o jugadora está demostrando justamente uno de los objetivos más difíciles para un entrenador: tener interés por el juego. Ya que está claro que si adquiere una posición es que le importa y mucho lo que está haciendo.
En ningún momento el entrenador debe dejar pasar absolutamente todo lo que sus jugadores le hagan, ya que entonces pierde el control, pero si que debe asumir, que en categorías sobretodo de formación, los chicos y chicas son eso, chicos y chicas, y que están en una edad donde rebelarse es lo habitual, y que justamente el deporte les debe servir para aprender que en la vida hay diferentes normas y reglas que hay que cumplir guste o no guste.
Por eso, las armas del entrenador son varias. Yo siempre descarto el enfado total, pero saber ir basculando entre el enfado, el buen humor y el dejar pasar, es básico, y quizá aquí es donde más se complica la cosa, ya que debemos saber cuándo utilizar cada mascara con nuestros jugadores.
Normalmente es un proceso de prueba y error, donde poco a poco vamos entendiendo las dinámicas de nuestro grupo y que formulas utilizan para rendir más, para ser más piña, etc.
Por eso mismo, debemos ser conscientes de en el fondo, nosotros éramos igual de impertinentes, aunque ya no nos acordemos, y que la cosa no acabó tan mal.