Hoy volvemos con una entrada sobre montaña, y con un tema que es trepidante para cualquier montañero que se precie: el mal de altura. Justamente hace tiempo hablamos de él de rondón en una entrada de recomendación de libros sobre el genial relato de la subida al Everest de Jon Krakauer, «Mal de altura» donde describÃa con precisión y impacto los efectos que subÃa por el mal de altura en su ascensión, y de como provocaron uno de los mayores desastres montañeros de la historia.
El mal de altura, o mal de la montaña, son una serie de consecuencias fÃsicas y mentales se que sienten cuando ascendemos muy rápido a alturas muy altas, o simplemente cuando estamos a una altura alta sea cual sea al ritmo de subida. En Europa, solo cuando subes al Aneto o los Alpes sientes algo parecido, y es una sensación nada comparable con la que se puede vivir en el lejano Everest. Sea como fuere, el mal de altura provoca que no podamos estar en plenitud de condiciones mentales y fisicas, y es uno de los principales escoyos y causantes de muerte en la gran alta montaña.
Las causas son fáciles de explicar: vamos ascendiendo y la presión atmosférica es cada vez menos, con lo que el oxÃgeno que respiramos es menos puro, y por tanto nuestro cerebro empieza a hacer cosas raras, y de igual manera algunos órganos se ven afectados al no llegar la sangre como deberÃa.
Por ello, se siente una gran fatiga, vértigos, dolores de cabeza, dificultad en respiración, hipertensión y náuseas. Posteriormente, el sueño sufre trastornos, tanto como sueños extraños o incluso pesadillas continuas.
Para que nos hagamos una idea de lo fácil que es caer en el mal de altura, un 30% de las personas lo sufren a los 3.00 metros, y casi un 70% a los 4.500. A partir de ahÃ, solo algunas personas con dotes fÃsicas increÃbles son capaces de soportar el mal de altura.