Hoy vamos hablar un poco de un aspecto esencial en los deportes de equipo, y más concretamente en las dinámicas internas que todo entrenador o incluso los jugadores deben tener en cuenta para que el funcionamiento del vestuario sea optimo para la competición.
Ya vimos anteriormente que la motivación era un factor importante que podía aumentar el rendimiento, pero hoy dejamos de un lado el rendimiento y el resultado para meternos de lleno en el espinado terreno de los líderes.
En los equipos podemos diferenciar dos formulas de gestión interna (por decirlo de alguna forma, ya que formas las hay a miles), una en que el entrenador es el líder y director del grupo, y otra en que un jugador toma las riendas y el entrenador es un director, pero no un líder.
La uno o la otra no tienen porqué ser mejor o peor. Por ejemplo, en el rugby la figura del capitán es tremendamente importante, y tiene un margen de discreción muy alto, tanto que incluso llega a escoger jugadas durante el propio juego. En cambio, en otros deportes de equipo la figura del entrenador es mucho más marcada, por ejemplo, en el futbol americano, el entrenador dirige y apunta cada jugada, y la discreción de los jugadores es mucho menor.
Lo que sí está claro, es que en mayor o menor medida, debe haber un líder interno en el vestuario que sea un jugador, y que haga la figura del primus inter parís (el primero entre los iguales), y que (idealizando la situación) sea un ejemplo a seguir, un animador y un motor de animar de forma interna.
Este líder también puede tener un papel de control. Muchos equipos tienen a un veterano como capitán, este se dedica a hacer de ejemplo y controlador de los más recientes, por ejemplo, cuando alguien se enfada o se sale de su sitio, es el capitán y no el entrenador el que lo “cuadra”.
Como se observa, hay miles de formulas y de funciones, al final, lo que prevalece siempre es lo mismo: las personas. Dependerá de ellas la forma en que se gestione nuestro vestuario.