Hoy me gustarÃa hablaros de quizá una de las cosas más dolorosas a la vez que liberadoras que existe en el deporte de equipo, que es justamente cambiar de un equipo a otro.
Partamos de la base que un equipo está formado por el grupo humano de jugadores (o jugadoras) y el entrenador (y auxiliares si es el caso) y que me refiero a este tipo de equipo, no a un club o a una entidad más grande. Normalmente, los motivos que llevan a un jugador a querer marchar de ese grupo humano generalmente es una pelea con otro compañero o entrenador, una ansia de mejora en otra parte, o simplemente la necesidad de nuevos retos. En conjunto, es simplemente que se grupo humano ya no te motiva o te cobre aquellas necesidades y expectativas que tenias en un inicio.
Los hay de todo tipo de personas, las que no cambian en su vida de equipo y las que no dejan de cambiar cada dos por tres, también existen aquellos que cambian y se quedan para toa la vida. Hemos visto este tipo de casos en el fútbol profesional europeo, pero quizá donde más se vea es en los equipos más amateurs.
Normalmente, debe ser el entrenador el que cuide y mejore las dinámicas del grupo, y que haga que todos se sientan cómodos y por tanto trabajen en grupo, pero la psicologÃa deportiva también sabe y previene a los entrenadores que se puedan llegar a sentir culpables por no acabar de conseguirlo, que también a veces, es imposible casar algún tipo de cosas, y que en una sociedad como en la que estamos, muchos jugadores lo único que están es por su propio interés, y por tanto, buscaran alguna excusa para poder forzar su salida.
Todos los que sepan un mÃnimo de psicologÃa saben que la mayorÃa de personas buscamos la autojustificación, esto es, crear una realidad paralela para justificar hechos de nuestro comportamiento que han sido erróneos, esto puede ser peligroso a nivel de grupo, porque puede crear fisuras y mal ambiente entre los que si desean trabajar.
Hay que tener cuidado con este tipo de jugadores.